sábado, 12 de noviembre de 2011

El River acepta todos los envites.

Sobre un tapete se suelen dar todo tipo de suertes. Hay jugadores que farolean constantemente. Los hay que solo juegan sobre seguro. Luego están los “profesionales”. Los que se adaptan al juego según esté la partida. A este grupo parece pertenecer el River. Tiene un estilo. Le gusta mandar. Controlar el desarrollo del juego. Presiona la mano del contrario. La suya la juega sin prisa. Tratando de protagonizar el ritmo.
Sin embargo hay veces que la partida se desarrolla en lugares con mucho ruido. Hay que gritar. Poco tiempo para pensar. Empujan por detrás porque hay mucha gente en el local. No importa. Se trata de adecuarse. De ser superior.
El Sestao se encontró el domingo con ese ambiente. Un campo no adecuado para combinar en corto. Más proclive al desplazamiento largo. Y eso fue lo que hicieron los pupilos de Sarriugarte. Eso y no perder su identidad de equipo líder. Solidario en todos sus trances. Combativo hasta la extenuación. Alguien a mi lado dijo: “futbol a la antigua usanza”. Es verdad. Pero siempre buscando la portería contraria. No se trataba de achicar balones, sino de jugarlos con la idea de que enfrente estaba el objetivo. El órdago era para ganar. No para defender piedras.
Hubo momentos de una intensidad descomunal. De juego brillante. El que se podía practicar en esas condiciones. La Arandina parecía ser un espectador que sigue la partida detrás de los jugadores. Aunque estuvieron cerca de sentarse en la mesa del juego cuando Vergara envío fuera un balón que era más fácil de haberlo estrellado contra las redes de Magunazelaia. Fue la única oportunidad que tuvieron de competir. La erraron. Y a partir de entonces los naipes fueron cosa de los verdinegros. Ellos cortaban el juego. Ellos envidaban o revocaban según fuera más oportuno. Ellos fueron dueños de la partida.
Y la ganaron. La primera parte del triunfo con un gol espectacular de Oscar Martín que marcó todos los tiempos del remate según dicen los técnicos que debe hacerse. Toda hay que decirlo tras un pase magistral. En un balón perfectamente tocado por Arri.
El segundo gol, vino como consecuencia de la inferioridad anímica con la que jugaba ya el equipo castellano. Acobardado por la superioridad local, terminaron por meterse el gol en propia puerta. Como si hubiesen querido un órdago sabiendo que lo perdían.
Y pudieron ser más. Pero a este Sestao le falta el instinto asesino de las grandes escuadras.
¿Qué se le puede pedir a un equipo que milita en 2ª B? Regalan trabajo. Aburren a los rivales con su presión. Deslumbran con sus apoyos. Alargan el campo con su búsqueda de espacios. ¿Qué más para un equipo que aspira a mantener la categoría?
El próximo domingo espera otro local. Otro tapete. Éste de hierba artificial, aunque dicen que de nueva generación. Y, según lo establecido, el estreno de la segunda equitación para no coincidir con los colores del equipo bellotero. Un estreno con expectación. La camiseta del homenaje al River bonaerense. La de la hermandad. Jornada, por tanto, de fastos. La confianza del River en lo que hace no le puede hacer perder la concentración sobre lo prioritario: el partido. Lo demás es accesorio. Ojala que bello, pero accesorio.
El tiempo dictará si el camino emprendido con la llegada del mister de Zaldibar se mantiene sin vacilaciones. Porque como dijo el poeta: “caminante no hay camino. Se hace camino al andar”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario